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AMOR 55 : HIERRO ENROJECIDO




AMOR 55 : HIERRO ENROJECIDO


Como el hierro enrojece en la fragua

se fue fraguando mi amor, voz celestial

hojas de naranjo, rayo de sol

inundas mi cuerpo con tu pasión.


Ascua de brasero fuiste tú

brillando como un tesoro de alhelíes,

flotando en el estanque de mi ser celestial,

en mi palpitante interés por sentirte mi luna de fulgor.


Flor de loto, ansiedad amarilla produces 

en mi cintura, cuando la aprietas contra la tuya,

vibraciones inmersas en tu vientre de conchas

de porcelana fina, saeta de mis cantares, vino de mi vida.


Soy torpe, amor, sin delicadeza de lirio,

soy más bien esparto, quiero ser fantasma y jugar

con tu alma, deseo sientas un vendaval que te atraviesa

el cuerpo como una flecha de Robin Hood, 

sembrar flores húmedas en tu jardín.


Ser tu huésped, y tú mi dueña,

quiero seas un ramo de margaritas

que embellezca mi mesa de noche;

poder besarte eternamente con mis labios

tersos, suaves, como un racimo de uvas

o como la piel de una ciruela brillante,

guirnalda en su árbol.


Quiero seas mi espíritu y yo

el conductor de tu sueño hacia lugares

donde no exista el tiempo, seamos tu y yo

principio y fin del día.










 

MELANCÓLICOS 30: TÚ FUISTE, PADRE


 


MELANCÓLICOS 30: TÚ FUISTE, PADRE


Eras calor y frío,

una mirada ardiente al mediodía,

una pasión acelerada

un tumulto en la mañana.


En la cañada, los gorriones te trinaban

pedías lo posible y eso era imposible

comprabas el día y te daban la noche


Tus quejas siempre fueron amordazadas

no podías ulular, ni maldecir por el dolor de pecho,

por el corazón partido, de vómitos, de indolencia,

cantares del pueblo, con sus penas y alegrías. 


La luna te llamaba y tú, padre mío, 

estabas solo como la nada, nadie te esperaba, 

eras un desierto en la noche, 

tu cansancio no era nada, 

ni las oquedades de tus ojos; 

eras el esclavo de la manada, 

la que todo tenía y nunca daba nada.


En el humo de la ribera te veía

respirabas el cáncer de tu desgracia divina,

aullando como un lobo 

pero nadie te oía.


Por la noche, amordazado el miedo, 

los troncos eran tus aliados, 

te hacías disfraces con sus ramas 

el té perfumaba tu azahar

bendita primavera que llegaba

con su traje de flores 

y su mantón de manila 

a juego con su cabellera.


Ya no hay mesa, ni pan compartido

ni plato al centro de la mesa,

todo está vacío,

como tu chaleco colgado 

en la percha del olvido.


Viviste en un aire ahogado 

en un agua que no refrescaba

sudor silente resbalaba por tu cara.


Cuando dormiste eternamente

los serafines lloraban, 

esparcían tu amor por la tierra

adoraban tu divino tributo, 

y el aire se estremecía al reconocerte.


Entonces comprendí que

morir no significaba nada, 

es una palabra, sólo eso.